#Novela de ficción: "Trascendental, el Lego de la realidad". Capítulo I: El test de la manzana

#Novela de ficción: "Trascendental, el Lego de la realidad". Capítulo I: El test de la manzana

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Sinopsis.

 

Transcendental es una novela de ciencia ficción, que vaticina cómo será el futuro de los próximos 30 años.

 

6 personajes son los protagonistas de una fundación creada para hacer la tecnología disponible y gratuita a toda la sociedad, evitando así su monopolización por corporaciones y lobbys. A través de la nanotecnología, este equipo de jóvenes científicos financiados mediante Crowdfunding, lideran un campo de esta ciencia que les irá descubriendo dilemas y avances científicos que revolucionarán la sociedad, y el mundo como lo conocemos.

 

Es una novela visionaria que augura cómo será el futuro próximo, qué dilemas éticos tendrá que afrontar la sociedad, y los cambios de paradigmas que se producirán en la economía, el trabajo, medicina, longevidad… Todo transcurre vertiginosamente, centrado en unos protagonistas encarnados en personalidades diferentes, que nos harán identificarnos con algunos de ellos posicionándonos éticamente a través de sus diálogos y disquisiciones.

 

Revela un futuro de oportunidades en el que los avances tecnológicos muestran su lado negativo y positivo, para prepararnos a afrontar los cambios de paradigmas que vendrán, y en los que a pesar de los riesgos y cuestiones éticas, los personajes nos acabarán convenciendo a través de sus diálogos y sucesión de hechos, de cómo la ciencia debe avanzar y nos ayudará a construir un mundo de oportunidades cada vez mejor, y sobre todo fascinante.

 

Sobre el autor.

Ángel Osuna Luque es ingeniero en Informática, nació en 1973 en Cabra, Córdoba, España y en la actualidad vive y trabaja en Málaga. Formado en dirección de marketing y dirección de empresas, se dedica al marketing y emprendimiento. Es fundador de varias sociedades de base tecnológica, profesor de marketing y un apasionado por la ciencia y su impacto en la sociedad, cuyas elucubraciones personales, desde pequeño le motivaron a imaginar cómo sería el futuro.

Perfil de Linkedin: es.linkedin.com/in/angelosunaluque

 

Prefacio.

La motivación que me llevó a escribir esta novela, fue por una parte proyectar mi visión personal optimista de las próximas décadas, y hacer disfrutar al lector con las sorpresas de un fascinante futuro a través de avances y cambios en la sociedad hacia la singularidad (momento a partir del cual es imposible prever qué sucederá).

 

Sus personajes nos irán planteando dilemas éticos para que el lector reflexione y se posicione a modo de debate. Finalmente el mensaje no vaticina un futuro de peligros sino de oportunidades no exentas de riesgos, a los que irremediablemente tendremos que adaptarnos.

 

ÍNDICE

Capítulo 1: El test de la Manzana.

Capítulo 2: Los límites de la imaginación.

Capítulo 3: Nano impresión 3D.

Capítulo 4: El puzzle de la materia.

Capítulo 5: La nueva moneda.

Capítulo 6: Nano clonación de órganos.

Capítulo 7: Ética y nanotecnología.

 

 

CAPÍTULO I: El test de la Manzana.

Atanasio era un ingeniero en el mundo de las startups de Internet. Había creado varias empresas con base en Internet con las que se dedicaba a poner en marcha algunas de las ideas que se le ocurrían.

Sin embargo, Atanasio tenía una visión personal de sí mismo. Quería generar recursos suficientes para dedicarse a otras empresas más trascendentales para él. Por su inquietud y curiosidad le llamaba la atención cómo funcionaban las cosas en general, esto se conocía como cerebro sistémico según los evolucionistas. Por ello, el ADN y cómo los organismos estaban programados mediante este código le suscitaba interés, sobre todo la posibilidad de poder modificarlo y experimentar o jugar con los resultados. Su formación en Informática y los juegos de niño con el “Tente” (juego de construcción estilo mecano, similar a Lego) le motivaron para continuar este hobby con algo tan relevante como el cuerpo humano o la materia en general.

Por otro lado, Atanasio sentía curiosidad por cómo estaban formadas las cosas que no eran orgánicas, es decir el “tente” del mundo inorgánico. La denominada ingeniería molecular o nanotecnología. Cómo el carbón y un diamante tienen la misma materia prima: el carbono, pero sin embargo el modo en que están dispuestos estos átomos de carbono define cosas totalmente distintas.

Tras algo más de una década generando recursos económicos con sus pequeñas empresas, Atanasio decidió que era el momento de adentrarse en este apasionante mundo de descubrimientos científicos.

Constituyó una fundación (sin ánimo de lucro) y a través del concepto Crowd Funding (financiación en masa a través de multitud de personas) creó un sitio web, www.transcendental.org donde expuso varios proyectos de investigación, en los que mediante donaciones, los usuarios podían tomar parte y ser mecenas de los proyectos. No sólo se podía paricipar mediante fondos, sino que se podía aportar trabajo.

De este modo, algunas personas se interesaron en participar en uno de los proyectos.

Se trataba de un proyecto sobre ingeniería molecular o nanotecnología. Atanasio quería investigar si se podría hacer del mundo algo parecido a lo que él hacía de pequeño con el juego mecano “Tente”. En este caso las piezas del tente, serían los átomos de los elementos de la tabla periódica que había estudiado en clases de Química en su formación en secundaria. Y los enlaces que unen los átomos, son la energía que en el Tente él aplicaba con sus manos de niño.

Atanasio no tenía en mente la aplicación de la nanotecnología para crear nuevos materiales más resistentes o con nuevas propiedades. En el mundo empresarial se estaba invirtiendo en esta línea, investigando en el diseño de ropa que no se manchara, no se mojara o no se arrugara; materiales con mayor dureza que superasen al kevlar (material con el que están construidos de los chalecos antibalas o cascos de motocicletas), cables de mayor resistencia que el acero o la seda de las arañas, y materiales de menor peso para la construcción pero con mayor tolerancia al calor y la presión.

Él estaba intrigado por realizar lo que la Naturaleza hace, pero aún no sabemos imitar. Algo tan sencillo -pensaba él- como fabricar una simple manzana.

Una manzana está formada por átomos de elementos orgánicos: Hidrógeno, Oxígeno, Calcio, Magnesio, Potasio, Sodio, Fósforo, Cloro, Azufre, Hierro. Los cuales se disponen de modo individual y los encontramos en la tabla periódica de los elementos químicos existentes.

Los elementos citados serían las piezas del Tente en el símil del juego mecano, y la manzana sería un juguete realizado con estas piezas del Tente (como los barcos o casas que construíamos de niños). La cuestión es cómo combinar esas piezas para formar la manzana.

La Naturaleza lo sabe hacer. Coge los elementos químicos del subsuelo mediante las raíces del manzano, toma la energía del sol a través de sus hojas mediante la fotosíntesis, y combinando los elementos químicos con la energía de la clorofila, construye enlaces moleculares organizados perfectamente entre los átomos, conformando la manzana jugosa que mordemos.

Atanasio había creado una explicación similar en el proyecto de crowdfunding, la cual había intrigado a muchos particulares, que habían donado desde 10€, 20€, 30€, 50€ hasta 100€ por sentirse partícipes de que su dinero se invirtiese en un proyecto tan particular. Se pagan muchos impuestos para que los gobiernos inviertan en tantas cosas, que a la gente le resultaba interesante poder elegir en qué invertir su pequeña cantidad de dinero.

De este modo, se unieron al proyecto 25 personas interesadas en participar como investigadores. De este grupo se eligió a un equipo inicial de 5 colaboradores, que por su perfil académico y personal podían realizar un mayor aporte.

Estas personas voluntarias no obtenían dinero, más allá de la remuneración intrínseca del aprendizaje y motivadora experiencia, así como la remuneración trascendental de ser partícipes de un proyecto tan apasionante. Los fondos de las donaciones se destinaban al pago de instalaciones y material necesario para la investigación.
 

Durante los 6 primeros meses leyeron todo lo relacionado sobre las investigaciones llevadas a cabo hasta la fecha, así como tomaron contacto y relaciones con los principales centros de investigación.

El material necesario para la investigación se iba adquiriendo conforme la web iba generando donaciones. En el site se iban publicando de modo transparente las cuentas de la fundación, el material adquirido y el objeto de cada inversión. Así los “inversores”, donantes realmente, se sentían reconfortados al ver a qué se destinaba su pequeña donación. Algunos realizaban aportaciones periódicas, mensuales. Les gustaba hacer un seguimiento y mediante las cuentas en redes sociales y el blog del sitio web, eran copartícipes del proyecto sintiéndose parte de él, promocionándolo, dándole viralidad (comunicación de información que se propaga boca a oreja o vía redes sociales, proliferando como un virus) y microamplificando (comunicación realizada por muchos usuarios pequeños en redes sociales, que en su conjunto amplifican el mensaje llegando a un gran número de personas) las comunicaciones a sus redes de contactos online y offline.

Atanasio y dos de los científicos asistieron invitados por IBM a sus oficinas en USA, donde IBM les mostró sus avances y la primera prueba que hicieron en 1.990 sobre nanotecnología, en la que crearon el logo microscópico de IBM mediante la alineación de átomos.

En este viaje coordinaron varias visitas más a otros centros de investigación: al MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) donde les mostraron sus adelantos en la fabricación de nanotubos de carbono; a la NASA donde conocieron los proyectos que competían por la creación de un ascensor espacial fabricado con los nanotubos de carbono; se reunieron con el inventor y visionario Ray Kurzweil quien compartía la idea de un futuro en el que todos "fabricaríamos" en nuestras casa lo que necesitásemos a partir de átomos. Estas grandes empresas e instituciones se sintieron atraídas por la iniciativa altruista de Trascendental, y su modo de financiación, totalmente opuesto a su modelo de grandes inversiones. En el proyecto de Atanasio la pasión por cambiar el mundo era el imán que iba generando cada vez un mayor número de pequeños donantes, motivados por sentirse partícipes con pequeñas aportaciones, de un concepto que “rivalizaba” con grandes centros de investigación y empresas. El concepto 2.0 (sistema en el que en lugar de ser la empresa la que gestiona la comunicación unilateralmente hacia sus clientes,  son los usuarios/clientes los que interactúan con la empresa y entre ellos, aportando valor y sintiéndose protagonistas reales) le imprimía una inercia sorprendente.

 

Susana, una de las investigadoras, era inquieta como un ratoncillo, le decía Atanasio. Estaba acabando su ingeniería en química y había decidido realizar su proyecto fin de carrera investigando en Trascendental con Atanasio y su equipo. Susana pasaba horas en su laboratorio imbuida en el microcosmos de los átomos y tratando de elucubrar cómo poder moverlos y unirlos a su antojo.

Después de meses de intenso esfuerzo, Susana experimentó cómo alinear átomos creando materia orgánica y mantenerlos unidos. Fue un arduo proceso en el que la mayor parte de los intentos fueron fallidos. Pero finalmente consiguió unir unos pocos átomos similares a los que forman una manzana. Sólo podían verse bajo un potente microscopio. Susana y el equipo se preguntaban si aquello tendría sabor a manzana, pero era tan minúscula la pequeña cantidad de átomos unidos, que en la lengua sería imperceptible.

Mediante este proceso laborioso, fueron creando varios grupos de átomos, para tras 2 meses de intenso trabajo, por fin conseguir reunir un pequeño grupo de cúmulos de átomos que en su conjunto llegaron a ser visibles, con un tamaño similar a la cabeza de un alfiler. En realidad eran pequeñas motas de polvo. Para que formasen un pequeño gránulo del tamaño de la cabeza del alfiler, Susana las mezcló con agua, generando así una partícula mayor. El equipo quería depositar la partícula en la lengua y percibir si tenía sabor a manzana. Esta sería la prueba de fuego. Dado el escaso tamaño de la partícula, decidieron invertir un mes más para incrementar su tamaño. Habían depurado los procesos y cada vez el índice de fallo se iba reduciendo. Al cabo de 5 semanas obtuvieron una partícula del tamaño de un grano de arroz.
 

Todo el equipo se reunió, y en la web de la fundación los cientos de usuarios que permanecían informados desde el blog y las redes sociales, estaban impacientes por la prueba final. Conectaron una cámara para emitir en directo el test a los donantes y curiosos.

Atanasio sería quien probaría la manzana sintética. En una bandeja plateada, sobre un plato cubierto por un cuenco verde, elegido por Susana en alusión a la esperanza de que fuese exitoso, sirvió orgullosa su resultado culinario. Atanasio, estaba sentado en una mesa con su equipo alrededor expectante.

Atanasio levantó el cuenco verde, y sobre un pequeño plato, se encontraba el grano de color blanco que representaba la manzana sintética. Alrededor del grano, Susana que era una chica creativa, había dibujado con sirope de manzana la silueta de esta fruta.

Atanasio cogió el grano con unas pinzas largas, parecidas a los palillos de los restaurantes chinos. Era muy importante no contaminar el sabor con agentes externos. Si la prueba no funcionaba, al menos debían obtener datos para continuar la investigación y corregir los procesos.

Atanasio, acercó el grano de manzana a su boca, cerró los ojos, y lo depositó en su lengua...

Con los ojos cerrados, sintió la presión del grano de arroz sobre su órgano plagado de papilas gustativas, visualizó cómo la saliva rodeaba al grano y esperó unos segundos. El equipo estaba expectante, pendiente de sus palabras y gestos. Atanasio parecía no sentir ningún sabor. Él pensó que era lógico ya que el grano permanecía intacto. Entonces acercó su lengua al paladar y rozó el grano con una leve presión, éste se deshizo en una fina capa de polvo que impregnó parte de la superficie de su lengua. Atanasio seguía con los párpados cerrados mientras el equipo con los ojos abiertos como platos esperaba alguna reacción. Entonces se dibujó una placentera sonrisa en la fisonomía de Atanasio, a la vez que una exhalación profunda confirmó que estaba disfrutando un manjar. Atanasio aún sin hablar, abrió su boca dejando entrar aire por la misma, movió su lengua a los lados, y hacia adelante y atrás sobre su paladar, para que la sustancia impregnase toda su lengua y llegase a todas las papilas gustativas1.

Atanasio aún con los ojos cerrados pronunció sus primeras palabras tras el test. -¿Os acordáis de aquellas golosinas que tomábamos de pequeños que llamábamos escalofríos?. Eran ácidas y sabían a limón mientras se deshacían en la boca. Me ha evocado esa experiencia, cuando de niño los compraba en el parque de mi pueblo al "Turronero" (nombre del tendero de un puesto ambulante que vivía en la ciudad de Cabra - Córdoba).

Atanasio abrió los ojos, se mostró serio y dijo. -El sabor aún no es muy natural, supongo que será por la proporción de los elementos, pero sí me ha encantado el sabor ácido y aunque no podría decir que se trataba exactamente de una manzana, ya que diría que era un producto a medio camino entre un cítrico y una manzana, esto abre puertas muy creativas. Podemos crear frutas y sabores sobre nuestra imaginación, despertando sensaciones al paladar nunca percibidas. Estoy seguro de que a Ferrán Adriá (uno de los más afamados chefs culinarios) le fascinará, y puede ser un gran benefactor de nuestro proyecto.

-Antes de continuar, por favor, Fernando (uno de los ingenieros del equipo) enfócame a la cámara de nuestros colaboradores.

Atanasio se dirigió al dispositivo que estaba emitiendo online el experimento y les dijo- estimados visionarios y apasionados de Trascendental, nada de esto habría sido posible sin vuestra apuesta por romper los paradigmas y confiar en nosotros. Os confirmo el éxito de esta prueba que abre posibilidades sólo limitadas por la imaginación. Gracias y enhorabuena a todos.
 

Notas:

1. Tenemos en la parte final de la lengua las que detectan el sabor amargo, y en los laterales las del sabor salado, en la punta y centro, el ácido y dulce.

(Comentarios y crítica son bien recibidos)

Capítulo II - los límites de la imaginación.

 

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