Señor Presidente: Tengo la honra de presentaros la carta que os dirige S.M. el Rey de España acreditándome como Su Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario.

    Al cumplir con tan grato deber, confiado yo en las buenas disposiciones de que juzgo animado en favor de España a este pueblo y a Su Gobierno, espero que he de lograr el deseo de mi Augusto Soberano y el objeto principal de mi misión contribuyendo a conservar y estrechar los lazos de amistad, antigua y constante, que felizmente existen entre las dos naciones.

    A este propósito he de cuidar mi cuidadosa solicitud empleándome en allanar dificultades y en evitar o remover todo motivo o pretexto de desacuerdo a fin de que alcancen mayor actividad e importancia el comercio, convivencia y trato entre uno y otro pueblo, para beneficio de ambas, y singularmente de aquella parte del español, que vive tan cerca de esta gran República, en las fértiles y hermosas provincias del golfo mejicano, a donde sus gloriosos progenitores se adelantaron a llevar la lengua de Castilla, la cultura de Europa, y la religión de Cristo.

      

 

"La correspondencia diplomática de Valera desde Francfort, Lisboa, Washington y Bruselas. VI: Estados Unidos (1884-1886)", Ana Navarro, Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica,  nº 21, 1996.